El viejo almendro
Orgulloso se vestía
el almendro en plena flor
embriagando con su aroma
el lugar en derredor.
Ofreciendo a las abejas
de su néctar el sabor,
que libaban jubilosas
succionando sin pudor.
Coloreaba aquel patio,
lo llenaba de esplendor,
con sus pétalos cubriendo
el suelo de su blancor.
Alcanzó a tocar el cielo,
dignificando el honor
de otorgar aquel perfume,
que era el fruto de su amor.
Ignorando que allí abajo,
las diminutas violetas
exhalaban más olor.
© Eufrosina Amores (2008)
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